martes, 29 de junio de 2010

Convento de San Antón – Boadilla del Camino (xi) (Dieciséis de Septiembre)

La recompensa de mi colega por todo lo que compartimos; aquel compañero que había sido amigo y referencia, apoyo y consuelo, aunque apenas coincidiéramos en cuatro o cinco destinos... Y en muchos momentos fugaces, ladrones expeditivos de corazones, como su persona. ¡En un mes entero, tantos instantes intensos...! De la mano, tres o cuatro a lo sumo, pero cientos de sentimientos. Había dejado preñada mi atención de su buena estrella. Un destello que había seguido rutilando durante el verano triste que he pasado en casa esperando el regreso; y ya estoy regresando..., quizás para encontrarme en el punto en el que me encuentro. Uno de esos hitos fundamentales que aceptar sin recelos, sin rencores, sin ira; un grado más de compromiso con lo que me fuera a deparar el destino. Otro trance doloroso al que he tenido que hacer frente para que el parto no pariese otro aborto. Otra de las muchas curas de humildad que me tiene preparado el azar para crecer un centímetro más. No habría sido la primera ocasión, ni tampoco será la última, en la que habría rechazado al maestro; en la que habría repetido, una vez más, el mismo error. De nada serviría la predisposición generosa del profesor, ni todos los libros y teorías, si el alumno no estuviera presto, dispuesto a revolcarse en sus conmociones feroces.

Si no hubiese venido el destino avalado por el consejo de aquel compañero que tanto aprecio no le habría hecho caso, pero si él me había puesto sobre esta pista por algo habría sido. Un ser afín a Aarón, algo tendría de razón, no se unen sin condiciones dos que no comparten un enorme corazón... Su sonrisa no habría casado bien con un déspota intransigente y atroz que robase carcajadas sin ton ni son, y sembrase el llanto sin compasión en otros peregrinos movidos por el amor. Ten paciencia, me había estado repitiendo para mis adentros, desde el primer momento; y había buscado su arista roma cuando solo lanzaba andanadas... Aunque todas se exhibían afiladas... En el fondo debe de haber un hombre sensible, un chico maltratado por la vida; ahí adentro había de esconderse un poeta.

Un presente diferido a un futuro diferente, no tuvo que ser entonces porque si no, quizás, jamás habría ocurrido lo que está aconteciendo... O, tal vez, porque así tenía que ser y es. Me lo había pasado de largo en el anterior Camino, no sólo porque me pareciera ruidoso para la paz que yo le exigía a una experiencia mística.... El destino quiso que mi Ángel de la Guarda particular me regalara de esta manera la oportunidad de retornar; decorada con el lazo de la invitación a visitar un lugar que ya había dejado atrás. Aarón, “Mi gozo en un pozo “. Por fin comprendo mis sentimientos y los relaciono... Aquella sensación de vacío tenso, la letanía recurrente que atraía la obsesión intransigente; la frustración que me había alejado de participar en las celebraciones por haber llegado a la tumba del Santo. Al llegar el doce de Junio a Santiago de Compostela había huido destrozado por algo.

El día anterior, once de Junio dichoso, en el Monte do Gozo, aquel canario de sonrisa perpetua me había sugerido, con su propuesta, la posibilidad de repetir esta aventura. Aarón... Me pregunto dónde estaría ahora... Me respondo al instante... Seguramente, disfrutando como él sólo siente, en sus islas privilegiadas, del descanso merecido por tantas peripecias absorbidas en su viaje por la naturaleza, por su religión y por las piedras de tantas iglesias... Creo que me tendría envidia si supiera que estoy haciéndole caso y robándole un poquito de este rincón bendito. No sé si Serafín y su calimocho habrá sido fundamento o excusa; la salida o la meta, posiblemente sería el mientras tanto para que vaya aconteciendo todo lo que me vaya a deparar este reencuentro con un montón de experiencias distintas. Aceptar un consejo, escuchar las señales del cielo en boca de una ristra de dientes impolutos, blancos como la luz que despedían sus ojos. El reflejo de su espejo empezaba a librarme del polvo de la soberbia, de tantos otros nudos viejos, acumulados durante mucho tiempo en forma de orgulloso orgullo, supuestamente sano; posiblemente el origen de la mente enferma que me a empujado a todo esto, en busca del salvavidas definitivo. Definitivamente, Aarón me había ofrecido otra arista de mi retrato.

2 comentarios:

  1. Qué bonito! Me ha encantado.

    Saludos,
    Sara.

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  2. Sigo interesada tu historia, mientras quedo predida en tu regazo, mecida por tu apasionante mano.

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