martes, 8 de junio de 2010

Tosantos-Atapuerca (iii) (Trece de Septiembre)

Como por arte de magia, ha aparecido la meiga antes de tiempo; o con retraso en mi caso, después de tantos kilómetros desperdiciados en el otro Camino aciago... Para hurgar en la llaga, o quizás para restañar heridas antiguas... Para enredarme en la envidia, para delatar etiquetas poco saludables que aún ocultaba. Porque no existe la envidia sana, todas son enfermizas, todas hilvanan odios en lo más profundo del alma... Por un momento, han hecho acto de presencia los celos, y la codicia ha querido recordarme al mezquino. Desear lo que no es propiedad, apropiarse del afán de otro, sin más, por capricho; ni siquiera por necesidad. Sentir estos sentimientos en contra de un amigo no es correcto..., ¿verdad? Yo la había visto primero pero... ¿Eso qué importaba ahora? Donde brota el amor las competiciones sobran.

El tiempo había puesto debajo de sus pies unas piedras, con las que fueran tropezando sus huellas... Y al lado de sus pisadas había visto imprimirse otras tantas, de un grupo que le estaba ayudando a salir del mundo sórdido en el que no debería haberse hundido. Y, de repente, le ha regalado el destino una estrella rutilante, tocando la flauta dulce, debajo de un traje vaporoso... El último regalo para sus ojos, para que de una vez se convenza de que este mundo lo merece sin sordina, de que es digno de todos los placeres; Dios no hace diferencias, y concede a todos todas las mismas oportunidades y el mismo abanico de melodías. En el horizonte, el único lucero brillante; extranjera, ladrona de almas descarriadas... Mensajera divina, dadora de vida. Alivio de las pesadillas de un viejo... Pero todo es relativo, también lo son las diferencias de años; y también en esta discusión sobran las comparativas.

Casi todos soñamos realidades que, por falta de osadía, no ejecutamos; fracasos que acaban clamando justicia, y el frustrado que los alienta reclamando por las injusticias que consigo habría cometido la vida; y por eso crece la ira, y por eso la envidia, y la codicia...; y las pesadillas. Pesadillas sin resolver que ahogan el plácido placer; ¿te apetece un pastel? Me apetece..., pero no sé... El norte no está allá abajo, donde la brújula señala el sur siniestro; la brújula también se equivoca y a menudo es lo que toca, cometer errores a montones... Pero que sean errores propios, y si fuera posible, todos distintos. ¿Que ella es una niña joven? ¿Que él casi es cuarentón? Ella es una mujer y él es hombre, y los dos son capaces desde el punto de vista legal. ¿Si de los dos naciera esa voluntad por qué lo tendría que dificultar la edad? Nos ha llegado como llovida del cielo también al resto; para saldar algunas deudas con muchas creencias falsas... Para salir del pozo inmundo; para mi desgracia creía en él hasta hace nada. He reconocido a otro, he recuperado un poco más de mi esencia, ya recuerdo que no soy mi cuerpo y que competir por una presa no me aporta sino malas conciencia.

Admiro al caminante de paso elegante, y andar firme y flexible que ha cedido el faro de su conciencia a un vagabundo desorientado; su paso franco ha tornado errante, yerra pero le siento contento... Y por eso me alegro, y me alegro porque estoy siendo sincero afirmando esto. Camina mi amigo alegre, rejuveneciendo con cada sarpullido que va brotando, haciéndose dueño al ir soltando amarras... Le hace tilín una campanilla risueña. Sólo le faltan a esta alemana, y española a medias, unos aros de esos enormes que, como pendientes, completen el vestuario de andaluza gitana. Le viene al pelo al bohemio con pinta de gitano; en lontananza, un par de melenas difusas, la negra es la de Philip rizada, alisada por la brisa airada; y la lisa es la de ella, protegida bajo un pañuelo de gasa de los remolinos del viento... Creo que todos pensamos que componen una buena estampa.

Y ella, mientras tanto, impertérrita, en apariencia ajena al movimiento que genera, recoge todas las miradas como buenas en torno a su flauta revoltosa. Abrazos..., y dulces palabras que cabalgan sobre las notas golosas que brotan de sus labios rojos. Palabras y notas dulces, como la cíngara que la toca. Con ella ya somos siete, ha decidido que prefiere sumar a restar; se queda... Y dice no sentirse a gusto entre la juventud imberbe, dice preferir la experiencia de las personas maduras; maduras, ancianos, viejos. Dice rendir culto a la experiencia. Siete, un número sin par, primitivo, hundido en las raíces de nuestros ancestros... Otro homenaje al tiempo transcurrido, al paso a paso, al paso lento; mágico como el Universo... Como por arte de magia. Ella se llama Ana. Dice la Biblia que así se llamaba también la madre de la Virgen María, que algo debía tener también de bruja... ¿Quién sabe si no fuera ella también gitana?

2 comentarios:

  1. ¡Como por arte de magia se clavan tus letras en mi corazón, y me siento dulcemente atrapada en ellas!
    Bello, lo digo emocionada.

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  2. Hola peregrino con Esperanza estoy se clavaron las letras en el corazon y una sonrisa muda aparecio.
    Muy bello.
    Buena semana

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