jueves, 18 de marzo de 2010

DESENLACE (Vigésimo séptima etapa)

¿Por qué me cuesta tanto dejar que la casualidad sea mi guía? Al fin y al cabo, no me había ido tan mal desde que todo se había empezado a descontrolar. Un solar enorme repleto de barracones, posiblemente prefabricados, todo esto me parece aún más impersonal que aquel contenedor de O'Cebreiro. Un lugar donde acumular a la ingente cantidad de gente que elegimos este punto del camino...; esta también será mi escala definitiva antes de acometer el abordaje a la peana del Santo. Dispuestos en hileras perfectas, perfectamente ordenados por etiquetas, cada departamento numerado; “¿a ti cuál te ha tocado?, a mí el F11... ¡agua!”... Ya había oído comentarios sobre todo ello; y se presentaba un panorama sórdido, similar al de Barbadelos; en esta ocasión, por desgracia, solo entre las multitudes. Quizás habría sido mejor haber continuado..., hasta donde hubiera sido necesario... A estas alturas, lo mismo me habrían dado treinta y siete kilómetros, que cuarenta y tantos... Pero en buena compaña.

El ritmo del Camino, porque el Camino tiene el suyo propio, todopoderoso. A cada cual suministra otro, particular..., otros caminos particulares en minúsculas; ingredientes imprescindibles para mantener el equilibrio; el equilibrio del conjunto, por supuesto. ¿Injusticias? Injusticias las justas, desde cada punto de vista. Unos muy rápidos, otros muy lentos; a ratos, cambiando, apoyado en excusas variadas y argumentos complementarios. Los que corrían tanto, y los que lo hacíamos tan poco; los que aceleramos y los que se pararon; me han atrapado, les he pillado... Hemos cambiado de opinión, me he peleado con cada opción, las circunstancias les habían alcanzado; ¡La madre que les parió! Sin tener conciencia... un montón de coincidencias y mil desavenencias, para tomar la decisión mejor...

Al final ese lugar tan normal, a pesar de las quejas, me reservaba la mejor de las sorpresas. Todos reunidos en el mismo sitio; atrás habían quedado etapas intermedias, de encuentros parciales y arbitrarios, muchos de ellos fugaces. Al final de cada jornada, unos cuantos..., no siempre los deseados. Txomin, Paqui y Elena... y encabezando el grupo Aarón, como no podría ser de otro modo con su sonrisa perpetua. Y las mismas lágrimas que una vez me habían despedido han discurrido por sus mejillas para recibirme, detrás la cara dulce de Ceci; el abrazo de mujer protectora, el mismo abrazo de mamá oso que ya me había regalado en Najera ha vuelto a dármelo Eny. ¡Qué casualidad tan dichosa! ¡Hacía ya tanto tiempo! Algunos se habían espantado, y ya no estaban a nuestro lado, ¿habrían desertado? Será que no serían tan importantes..., el azar filtra las impurezas si se deja correr el tiempo; estaban todos los que contaban; ellos serían interesantes para otros. Aunque todos los caminos lleven a Roma, a Santiago de Compostela en este caso, cada uno lleva a cada cual por distintos derroteros.

Aarón, Ceci y Eny; Elena, Paqui y Txomin; todos ellos y yo mismo, de dos grupos distintos; hemos cenado juntos. Una de esas cenas que se suelen improvisar cada noche, al final de cada etapa, entre los compañeros de viaje de la jornada. La última, la definitiva. Todos contentos, entre llantos y risas, un instante de jolgorio, de comunión entre eternos desconocidos. He celebrado haber descubierto quienes han sido las personas importantes en esta aventura. Queda atrás algún que otro personaje, la mayoría olvidados; unos pocos presentes... Enrique, agarrado a su incógnita permanente también había dejado a mis amigas canarias; tampoco estaban ni Eva, ni Manuel... Si no les veo mañana, quizás sea que tenga que repetir... O quizás haya vida más allá del Camino de Santiago.

Esto se acaba... la última noche, el último suspiro, no más ronquidos; el ajetreo del objetivo cumplido, mal se tendrían que dar las cosas. Cuatro kilómetros, apenas cinco. Agotado, rendido, pensando en blanco... Felices sueños y buenas noches.

1 comentario:

  1. ¿Se acaba? Como dice tu colega El Peregrino, en su blog:
    Detrás de un camino siempre hay algo para recordar.

    Además de eso, seguir caminando, fluyendo, creando...

    Habrá más?

    Buena entrada al Obradoiro, Peregrino.
    Un abrazo.

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