lunes, 15 de marzo de 2010

SANTISIMA TRINIDAD (Vigésimo sexta etapa)

¿Dónde habría quedado el hastío de las tierras castellanas? ¿Dónde sus veranos secos de amaneceres fríos? Dianas de mis saetas vilipendiosas, repetidas quizás sin motivos... Meras excusas de la víctima que aún quiero llevar dentro. ¿Me habría acostumbrado a la soledad perpetua...?, aquella que hasta rodeado de gente azota; ¿o al anonimato intenso...?, no era fácil sacar la cabeza por encima de espigas, tan áridas como esbeltas. La austeridad de sus vecinos y sus barreras interpuestas... ¿Se habrá apagado por falta de fuego el run run de mis entrañas? Es curioso lo que siento, me embarga cierta nostalgia... cierta nostalgia falsa; como aquella modestia de la que se disfrazaba la soberbia en mi casa. Hasta la melodía de las fanfarrias me suena a ruido grotesco ahora, ¿estaré echando en falta el sufrimiento de aquellas mordazas? Hoy ha sido imposible disfrutar del silencio, quizás porque ya no sean mis compañeros, los mismos. De repente, me he dado cuenta... éramos mogollón; había cambiado el panorama... no conocía apenas a ninguno... ¿dónde se habrían metido los que ya consideraba propios?

No harían falta más que unas cuantas agrupaciones de coros y danzas que amenizasen la excursión, al festín itinerante que estaban montando no le faltaría nada más; mucho mejor caminar en cuadrillas, lo más extensas y nutridas, bien alimentadas e hidratadas; con la bota de vino en la mano y algún que otro acordeón disperso... A lo largo de la etapa me habían sorprendido algunas alegrías a ritmo de palmas; más que peregrinos parecíamos comparsas... No me había dado cuenta. Grupo de amigos enfundados en chubasqueros de colores transparentes, de los que venden a euro los chinos. Esto ya no da miedo, ni impone respeto. Galicia y su Santa Compaña sí que deben estar asustadas por las circunstancias adversas. Por fin he entendido por qué las meigas no habían salido a recibirnos; deben estar muertas de risa por el rosario de payasos que a diario desfilamos por delante de su casa. O quizás hayan emigrado a otras rutas más tranquilas, por si acaso se contagian.

Un murmullo atronador del que hasta este momento no me había percatado; no sé si atontado por el repiqueteo de las gotas de tempestades constantes... Seguramente por haber evitado los albergues más concurridos; salvo en aquel contenedor enorme de peregrinos de O'Cebreiro no me había alojado en ninguno de esos; allí donde nos dimos por primera vez la mano los peregrinos genuinos y los recién estrenados, de corto recorrido. Queriendo o sin quererlo, les había dado esquinazo durante todo este tiempo, porque aunque los de Triacastela y Eirexe no fueran pequeños, la gente que allí estuvimos eramos todos de los antiguos, personas decentes. Y el de Barbadelos, por si acaso, con su aburrimiento eterno había contribuido con creces a mi deambular por aquella realidad paralela, ajena a la general... Vacío, con muy pocos, y todos viejos, había supuesto una quiebra fructífera, una pausa insospechada... En un día pasaron cientos... ¡Hacía ya tanto de aquello que no recuerdo!

Quejas que no había escuchado; quejas por la dureza, se quejan también del mal tiempo, y se quejarían si hiciera bueno. No están acostumbrados, su rutina es la del día a día cotidiano, sin ampollas, sin contracturas, sin lesiones varias... Y eso que no disfrutarán de la ocasión de quedarse atascado en un rincón sin motivo aparente, ni de escuchar los latidos de su frente al ritmo endemoniado de un corazón desbocado; no podrán sentir la sinrazón de quedarse sin argumentos. Es complicado disfrutar de la esencia del Camino cuando se reparte en partes; en fines de semana alternos, o en trayectos a medias..., en viajes sustentados en vehículos de apoyo. No tendrán tiempo para fermentar sus lamentos... Será, por lo tanto, una experiencia escandalosamente extraordinaria, inmortalizada en menos fotos de las que habrían deseado. Aún están amarrados, no tendrán tiempo para desatarse, tampoco de su grupo de gente...

“Buenas días”, quizás la fórmula adecuada fuera buenos tardes; pero estoy desorientado y no soy consciente de la hora. Les he saludado por cortesía; me había atraído su presencia desde la primera vez que los había visto... Vuelvo a sentir cierta familiaridad sin motivos, sin apenas conocerles; otra curiosidad clandestina más. Por delante de mí acaban de pasar el trío, formados en columna de a tres... No, no es el grupo de Aarón... Parecen los representantes, en la tierra, de la Santísima Trinidad. El Espíritu Santo, la mujer. El Padre, el de melenas a imagen y semejanza de San José sin barbas. El otro, el más alto, el hijo; ¡hay que ver como nos había crecido el niño! ¿Aquello qué era?, ¿esto qué es? ¿Me estaría volviendo loco o qué? No los había vuelto a ver desde el convento de San Antón, cuando ya caminaban ocupando el ancho de la carretera que desembocara en Castrojeriz. Reaparecieron fugazmente en el albergue de Molinaseca, la chica es la que tosiendo no me había dejado dormir. Hasta ayer habían desaparecido, creo que se habían quedado atrás en Cacabelos.

Ellos continuarán hasta Arzúa... Yo hoy me quedo en Ribadiso de Baixo; un albergue, su entorno verde y su río limpio...

1 comentario:

  1. Obrigada pela tua visita.
    Não sei espanhol correcto, mas entendo bem tudo o que dizes e gosto ("...Flor, esposa; fuerza, cariño y amor; calma, agitada o vanidosa... Gracias por ser, amante mujer..." tuas palavras)Creio que sim tudo isso sou, sinto e escrevo, obrigada.
    Boa semana.
    Beijos
    Margarida

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