viernes, 12 de marzo de 2010

ES PRESION (Vigésimo quinta etapa)

Quiere dolerme la rodilla que tenía sana; también la otra, aunque hasta ahora tampoco había rechistado. ¿Y si por esta chorrada no llegara? Seguro que va a ser una lesión grave; por supuesto, irá empeorando. Voy a ir más despacio, o mejor, esperaré un rato sentado. Ya sabía yo que tendría que pasarme algo. ¡Ya estaba tardando! Crecen los temores, y renacen las excusas de antaño; hacía tiempo que no me aferraba a ellas, o que ellas a mí no me atenazaban. Más fantasmas de los que creía derrotados, ¿por qué tienen que regresar todos juntos, justo ahora?

A estas alturas todo debería estar superado; todo marchaba como ni en mis mejores previsiones lo habría imaginado. Ni una ampolla, ni una queja, ni un pero siquiera; ni un simple esguince, ni un tirón fortuito. Todo estaba en mis manos, todo volaba sobre mis pies alados, al alcance de unos pocos pasos. Todo, todo, todo... todo a mi favor; no había más que seguir sumando sin preocuparme de nada más que embadurnar de crema mis pies, de vez en cuando. Desde hacía 300 kilómetros restando, paso a paso, un paso menos, avanzando; andar cada día una etapa, sin arruinar pensamientos pensando. Parecía una tarea simple, habían pasado aquellos momentos complicados, los había superados con facilidad relativa; tonterías ya olvidadas, sin importancia, aunque lo hubiera pasado fatal, mientras tanto. Si me hubiese callado para no provocar... Ya decía yo: “cállate, no se vaya a estropear”.

Y eso que no había nada que perder... Pero regalar 600 kilómetros me parece una obscenidad, ¿por qué la salvación de su alma, a los que hayan empezado en Sarria, les cuesta menos de la mitad de mi mitad? En Ferreiros acababa de cruzar la barrera, transito sobre el territorio frontera, alrededor de la centena... El trayecto recorrido hasta aquí, fuera cual fuera, no sería computable a efectos de sacrificio tasable; solamente los cien últimos kilómetros son necesarios, y requisito indispensable, para ser digno de recibir “la Compostela”. Al final va a ser verdad el rumor: “hasta llegar a tierras gallegas Santiago no es capaz de vigilar nuestras andanzas desde su pedestal”... O quizás sea peor y crea el ladrón que todos seamos de su condición... O, tal vez, por llegar al absurdo total, no sea de fiar quien no se fía... Más tonterías mías y de mis obsesiones perdidas, tendré que dejarlo pasar... Sea como fuera, en este terreno sería dónde los valientes se la tendrían que jugar... Y nadie tendría en cuenta cómo habría llegado hasta aquí, ni los accidentes que en lo sucesivo me pudieran ocurrir... Desde aquí, “La Compostela” la rifaría el azar.

¡Iba a llover...! ¿Y qué?, había llovido todo el día, por eso no me arriesgaría a perder... ¿La apuesta con quién? Yo no quería apostar... ¿Estaré siendo sincero en mi caminar? ¿Quiero completar mi camino interior o llegar para contar que lo había realizado en cuatro semanas, tal vez? ¡Qué complejo!, no sé si quiero saber, ni sé si quiero poder; ¡no puedo, de hecho, joder! No tengo que poder, ni querer, ni saber; ¡qué lío, otra vez! ¡Que no me había mojado, aún! ¡Y que calladito todo me iría mejor! ¿Por qué tendría que ser todo así? Soy caminante, y lo sé; la experiencia me acredita como tal; aunque no sea peregrino oficial... No tengo por que llegar. Porque el peregrino hace algo más que andar, algo más que recorrer 100 kilómetros nada más, mucho más que caminar un camino sin final; 750 kilómetros o, como algunos valientes, muchísimos más. Ser peregrino, como decía aquella monja de León, es buscar en el interior...

¡Claro que sé que no es más que un papel!, la teoría está muy bien, nada más que un certificado que adquiriría el valor que cada cual le quisiera conceder. No me importaba la acreditación, pero unos cuantos ya habíamos acumulado créditos suficientes para recibir más de seis y, lo siento, eso me sigue fastidiando un montón. A mí, que ni siquiera por religión me habría de molestar... Mi orgullo cabezón se empeñaba en erigirse en protagonista a mi pesar: ¡malditos kilómetros de basura inútiles! Seguro que me romperé. En Mercadoiro, no he podido más, no he querido, no he sabido... ¿pudiera ser...? ¡Qué bonito que era ese bar!

4 comentarios:

  1. Cabe la posibilidad de que esos miedos no hayan regresado..., por sí solos.
    Quizá tú, inconscientemente vas cargado con éllos.
    Miedos, sugestiones ya dormidas,que en tu andar,
    en tu pensar, vas despertando, atraes, resucitas...

    Sigo. Estupendo-narrador.

    ResponderEliminar
  2. Hay peregrino... porqué se tiene que romper la rodilla? a esa altura del camino, con todo lo que pasaste, todavía siguen los miedos....te entiendo, los miedos siempre están ahí escondidos, aunque nos hagamos los valientes siempre salen, y me parece tan fantástico que un hombre se muestre con sus debilidades... SOS HUMANOOOOO!!! jajajaja

    Besos buen fin de semana!!

    ResponderEliminar
  3. "Fíjate que fuerte estoy, que hasta puedo mostrar
    mis debilidades" (Cita).

    ResponderEliminar
  4. Eres humano amigo de ahí que duela la rodilla, un abrazo y un poquito de Reiki a distancia para mitigar el dolor.

    ResponderEliminar

Creative Commons License
Hacedor de Sueños by Daniel Calvo is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.