viernes, 19 de marzo de 2010

MISION CUMPLIDA (Vigésimo octava etapa)

Objetivo cumplido; nos ha recibido el cartel de Santiago de Compostela, ¡Santiago de Compostela soleado...! Otro motivo para celebrarlo. La última hazaña también ha incluido el triunfo sobre la climatología adversa. Me han dicho que aquí casi todo el mundo entra nublado, y muchos lloviznando; unos pocos afortunados hasta llegaron diluviando. Día 12 de Junio, antes de lo previsto; rotas las barreras, quebradas las reglas... ¿Una heroicidad sobrenatural compartida con gente tan normal? Héroes sin acicalar, con ampollas curadas en los pies y heridas en el alma, a flor de piel.

Mucha gente ordinaria, andando por andar; repitiendo cada mañana un gesto que, por repetido hasta la saciedad, se había hecho sencillo; ya no suponía esfuerzo levantarse y ponerse a caminar. Una rutina más, aquí, durante 28 días, la única quizás. Personas de carne y hueso, que me han acompañado cojeando, de los que he soportado su resoplar; todos malolientes porque solemos llegar sudando, porque no es lo mismo lavar a mano. Por estas fechas muchos ancianos, algunos con los setenta pasados. Buscaba la magia en un espectáculo sin parangón, seres extraordinarios... Mucha gente ha llegado conmigo, alrededor, pero no estaban a mi lado tres de los que habría deseado tener; habían vuelto a desaparecer. ¿Por exigir, en su momento, tal vez...?

La distancia suficiente, la ventaja pertinente, por detrás y por delante. Para no darle ni una opción más a la mente. Para liberarme de aquella cadena perpetua... Ya había purgado por adelantado demasiados pecados sin culpa; tenía que librarme de una vez por todas de aquella incapacidad permanente, consejera ladina e intransigente, que acostumbraba a amarrarme a la dependencia de la gente. Y tenía que hacerme amo de mis miedos, tan irracionales como fieros, tantos y tan inciertos, tendría que dejar de aferrarme a tantos lastres impertinentes; añadidos superfluos de artificios y mimos fingidos. No habría sido capaz de pensar con autonomía si hubiera tenido que esperar cada mañana a otro a quien cederle, por voluntad propia, además de mi paso, mis decisiones, las determinaciones y mi coraje escaso.

Libre de vampiros devoradores de sangre, de despertadores remolones, de atenciones prestadas y de esfuerzos adosados. Las vidas del resto no eran mi problema, dejar que cada uno se encargase de la propia y hacer cundir el ejemplo era mi reto... Yo estaba dispuesto. Tenía que marcharme, sin ningún punto de referencia en la materia, sin verdades a medias, sin más mentiras que aquellas con las que ya solía engañarme... Para que se abrieran paso las circunstancias que tuvieran que ir llegando y afrontarlas a pelo; sin preservativos, ya fueran de látex o de latidos compungidos ajenos. Volando hacia ningún sitio, centrado en el siguiente destino, en manos del hado azaroso de la Mama Tierra y su capricho. El pecho henchido, tranquilo; prorrogando a cada instante el siguiente; Dios y Satanás, uno y otro, compañeros de viaje, adversarios reconciliados..., comulgando en el mismo estrado con la mala sombra de aquel esperpento que ya apenas reconozco. Para ir a solas, con otras mil personas...

Para reencontrarme con el que nunca fui, en busca de no sé qué aventura solitaria; la compartida ya estaba amortizada con creces... Había sido maravillosa; por supuesto que estaba agradecido... Mi ritmo ya no habría aguantado ni un par de días el vuestro; y, tarde o temprano, también vosotras os habríais dado cuenta... Teníamos que volar todos liberados de pactos mezquinos. No hemos llegado juntos, tras el encuentro inicial glorioso y las despedidas de rigor por la mañana. Ellas también habían hecho muchos amigos en mi ausencia, con los que, posiblemente, no habrían coincidido si yo no me hubiese marchado.

¿En que punto está el justo medio? ¿Cuándo cedo yo a gusto? ¿Dónde he de imponer mis barreras? ¿Cuándo?, ¿dónde y cómo? ¿Me estaría sintiendo culpable? ¿Me estaría disculpando, acaso? Enrique se hizo el loco, y quizás le estuviera penando... Por supuesto que, aunque no me guste del todo el desenlace, había sido todo aquello necesario para llegar de este modo a la Plaza del Obradoiro...

2 comentarios:

  1. ayer he visto una pelicula y me he acordado de ti y tus vivencias amigo,gracias por tus visitas y comentarios,un abrazo

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  2. <<... pero no estaban a mi lado tres de los que habría deseado tener...>>

    Sobrarán todas las preguntas. Es el sentimiento de
    "echar de menos". Echar de menos a ciertas personas,y,
    sobre todo,a la hora de compartir ese momento extraordiario.

    <<...se hace camino al andar...>>

    Aprendemos que hay que dar alas. Incluso, a las personas que tanto deseamos tener a nuestro lado.
    Aunque duela.

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Hacedor de Sueños by Daniel Calvo is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.