jueves, 25 de marzo de 2010

ESPIRALES (Segundo día en Galicia)

Una señal extraña, del color despejado del cielo claro; azul intenso desenroscado cuan serpiente escurridiza, para indicar el sentido contrario al del avance obligado. No es más que una espiral rematada con dos flechas opuestas en sus extremos..., pero el trayecto que acotan lo jalonan trece cortes que no la dividen por igual, no me ha parecido casual. Me ha sorprendido que fueran trece, el trece para los cristianos es el número de la mala suerte; si coincidiese con que fuera martes, vaticinaría siete años de desgracias sin piedad... ¿o sería, quizás, otra la superstición que nos condenase a tal? Sea como fuere, he querido reconocer trece hitos importantes..., aunque también cabría la posibilidad de que fuera una paranoia particular. ¿Sería una cantidad fruto del azar? ¿Pudiera haber sido cualquier otro número, verdad?

Este símbolo impreso en el ángulo superior izquierdo de la portada del libro me resultaba familiar; lo había visto repetido en el tramo gallego del Camino Francés, pero no había sabido comprender su porqué. Había fantaseado con diferentes opciones..., parecían pintadas despechadas de cualquier pintor descontento, protestando por cualquier sinrazón. No sabía lo que significaba, por fin sé con qué tiene que ver. ¿Cómo iba, ni siquiera, a plantearme la posibilidad del retorno...? Llegar a Finisterre ya me parecía una hazaña, tan solo, al alcance de mentes dementes. El final de todo lo conocido antes de que Colón se decidiera a perseguir al sol en retirada mucho más allá, justamente, de cualquier camino de tierra, tras el ocaso feroz; no estaba a mi alcance el borde del continente. Solamente chiflados botarates como aquel almirante, aunque después aventurero reconocido y genio, cometerían tales locuras. ¿Volver andando? ¿Añadirle a la ida otro tanto? ¿Para qué?

Quizás si no hubiese parado... Me estaba seduciendo la idea de deshacer cada paso impreso en la arena, retroceder en sentido contrario, me estaba hipnotizando la espiral dichosa... No estoy seguro de que me compensara una decepción redoblada. Reflexiona, no ocurre nada. ¿Debería haber escuchado las señales, acaso? Había visto pocos peregrinos de vuelta, tres o cuatro como mucho; pero había algo que les caracterizaba a todos ellos, y que a mí me atraía. Ya fuera con la guitarra colgada de la mochila, o la armónica aferrada a los labios desgarrando sus notas pautadas; arrastrando los pies descalzos, o perdida la mirada en el horizonte de su propio entrecejo... Esas caras sosegadas, ese trasiego de pasos colmados, como si no tuvieran que llegar a ningún sitio, juez y parte de la armonía que me transmitían... Hasta entonces mi cabeza sólo había negado la posibilidad de acercarme al Faro de Finisterre...

Pero el reto estaba finiquitado, el compromiso está satisfecho... Porque tengo que cumplir con lo previsto, ya lo había aceptado, no podría defraudarles. El día 18 de Junio tengo que estar en Laguardia, los contratos son los contratos, aunque sean de palabra; mis pactos no necesitan firmas. Mañana regresaré en el tren; en diez horas como mucho se acabará la aventura, regreso a lo establecido. Sesenta euros el más caro, cuarenta y cinco el más barato hasta Miranda. A las ocho de la mañana... Mañana, por la mañana lo decido.

2 comentarios:

  1. Que decidirás pergrino?... intriga.... espirales al cielo... un tren y el camino de regreso.

    abrazos!

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  2. Hacer horas de tren dan para mucho, y suelen tener su encanto.

    ¿Nos contarás algo del viaje de vuelta?


    !venga...!

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Hacedor de Sueños by Daniel Calvo is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.